sábado, 2 de enero de 2016




                HISTORIA CON ONOMATOPEYAS QUECHUA



Cuando yo tenìa 5 ò 6 años de edad, llegò a mi casa de Lima un nuevo pariente; un curioso niño de quien yo no tenìa idea que existìa. Era mi primo Juàn, menor mìo por tan solo 5 meses. Como era la adoraciòn de su padre este lo llamaba "Papicha"; niño muy simpàtico y vivaz. Era hijo del hermano mayor de mi padre, nacido (suertudo èl) en la sierra de Huancavelica de donde proviene toda mi familia paterna y materna, a mucho orgullo. Al instante de vernos sentimos que èramos almas gemelas, naciò un cariño inmenso. Èl no tenìa hermanos, yo tampoco. Asì que nos hicimos hermanos al instante. Pero habìa algo especial que èl tenìa.... su modo de hablar. Con el tiempo, por recomendaciòn de nuestros padres, yo tenìa que cuidarlo y enseñarle el barrio y los nuevos amigos que iba a conocer en el vecindario. Pasàbamos todo el tiempo juntos y comensè a disfrutar de sus historias. Era nuestro juego favorita la pelea de almohadones, con los del sofà. Para sintetizar lo que me llamaba la atenciòn les voy a enumerar las onomatopeyas que le escuchè en sus numerosas historias:
¡ TAJ-RARAAAJJ !!! Cuando alguien que cargaba madera se caìa sobre el piso soltando toda la carga.
¡ SHHHALLLLPAAAJJ !!! Cuando alguien caìa al agua.
¡ LAAAJJ !!! Cuando alguien caìa al piso con las manos extendidas.
¡ TUNRURUUUN !!! Cuando alguien se caìa de la cama y con rebote..
¡PLEEJJJ !!! Cachetada con desprecio.
¡ ÑEEEJJJJJ !!! Puñete en la nariz.
¡ RAKATAAAJJ !! Tropezòn con caìda de rodillas.
¡¡ BUNDUNGUUUN !! Caìda de espaldas.
¡ PUCHUN_PUCHUN ! Cojeando.( no es puchùn sino puchun )
¡¡¡ CHAJLALAAAJJJ !!! Cuando se caían soltando las bandejas.
¡ KAPRUCH!! Un mordisco a la presa con todo y hueso                                                                         
CHIKUCHA cuando quería que le hagan cosquillas.


Y para amenizar, les dirè que de tan inteligente que era, también era el màs travieso niño que he conocido. Ya màs jovencito entrando a la adolescencia se le entrò en la cabeza que podìa arreglar artefactos elèctricos. Cierto dìa, querìa ver televisiòn ( su màs grande vicio ) pero el ùnico que habìa era el de mi tio Consta y que aprovechò de tocar cuando èste no estaba en casa. Què diablos habrà hecho con la TV (blanco y negro como todos en esa època) que al medio dìa vino el tìo a almorzar y para descansar prende su TV y miren còmo es el destino, estaban dando "Infierno en la Torre" sobre un gran incendio en un rascacielo recièn inaugurado y como si fuese en 3-D el televisor empezò a hechar fuego; el tìo cogiò el agua del florero y lo hecho al televisor y..¡adios televisor! ¡¡¡se rajò!!! y el tiò en primera grito ¡¡¡Juàààààn!!! porque quièn màs habìa de ser. Yo en su lugar hubiese dicho lo mismo..jajajajaja!! Era terrible mi primito y no es mentira este cuento, total, toda la familia lo sabe. Aunque a decir verdad, eso de Infierno en la Torre no sè si fue asì o asì lo contamos todos para cagarnos de la risa con ganas de ese episodio. Hasta esa edad no se adaptaba mucho a la ciudad ya que los Domingos para ir al cine todos los chicos del barrio ìbamos juntos y tenìamos que cruzar una gran avenida. Habìa un puente pero esa era para los mongos, segùn nuestra ley, pero èl era el ùnico que corrìa por las escaleras hasta llegar al otro lado sudando. Y en ocasiones cuando, en otra avenida no habìa puente, todos cruzàbamos y tenìamos que esperarle hasta que cruce, mejor dicho hasta que no haya vehìculos en las dos pistas y el cruzaba los dos al mismo tiempo y corriendo como alma que se lleva el diablo. Pero como dije, era muy inteligente. En esa època no habìan los juguetes que hay ahora y carìcimos. No, el se inventaba artefactos muy artificiosos. Inventò un fusil con balas disparadas con ganchos y ligas. En otra fecha sucedió que llegó un vecino que era comerciante ambulante de plátanos y tenía su sala como 30 ó 40 racimos o como se llame, de plátanos verdes pero, ¡ error ! había dejado una ventana abierta. Todos los chicos mirábamos con apetitos aquellas frutas casi al alcance de nuestras manos. Digo casi, por unos metros, pero, cómo no, ahí estaba Juancito el ingenioso. Consiguió un alambre y un pabilo y fabricó un anzuelo y se puso a pescar ..¡plátanos! Logró sacar un tronco entero que ahí mismo cayeron todas las manos y nos empachamos de plátanos verdes. Lastimosamente quedaron huellas de esa travezura pues la calle entera estaba regada de cáscaras y cuando llegó el dueño nos encontró que no podíamos ni saludar por estar todos con la boca llena  ¡jajaja!. Nadie dijo nada pero pasado el tiempo se supo la verdad al ser famoso sus travesuras.
Me acordè con cariño de este primo que voy a seguir escribiendo sus anècdotas, que sòn muchas en pròximas ocasiones.

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