jueves, 31 de diciembre de 2015




                                 NOCTAMBULEANDO


                                     


       Hace  unos días  tuve que salir de  mi hogar a las  2 a.m  por un asunto  urgente.   No había transporte  público en la calle  así  que tuve que  tomar un taxi hasta la carretera. Bajé y me dirijí al paradero.   A medida que me acercaba  divisé a una señorita , provinciana ella,   que se puso muy nerviosa  al  verme.  Éramos ella y yo  y  no había una sola alma. Me imagino el terror que me habrá tenido.  Para su suerte apareció  un taxi destartalado, de esos que solo salen de noche, y aunque le cobró  carísimo (me supongo);  se subió al vuelo. Ahora era yo el nervioso porque estaba oscuro. De rato en rato  surgía un taxi:  "Habla, pa' dónde vas ? "   - "Ya, arranca arranca nomás que me malogras la plaza",     decía yo, para ahuyentarlos,  porque no se sabe  qué clase de gentes hay a esa hora. Me daba paseos  nerviosos como en maternidad,  esperando que venga algún bus.  De pronto  se acerca un tipo de saco y corbata;  y al pasar por mi lado sentí una mirada, como si me escaneara. Le sentí un tufo a licor, estaba ebrio y tenía una mirada sicalíptica. "Maricón"  me dije. Pasó por mi lado dos veces y como le di  una mirada de suegra, se marchó por el lado  de donde vino. 10 minutos después (2.40 a.m) apareció lentamente una combí.  Subí y  me cacheteó  una estridente  "chicha"  de Centeno  o Papillón  o algo así.  El conductor tenía por cobradora a una gordita bullanguera  y de copiloto a  otra que sería su mujer.  Estaban comentando su útima juerga  del Sábado  pasado y de cómo  se  fueron sin pagar  abandonando a alguien de su  entorno quien  era blanco de  sus burlas.  Me fijé  en  el pasajero de al lado, un tío  con un costal  bajo el brazo, una gorra y una chalina gruesa semidormido. Este va a la Parada, adiviné.  Los otros pasajeros tenían una pinta  de guachimán  trasnochado, de choro retornando  a su territorio, de  obrero de construcción civil,  de estudiante de escuela nocturna y así eran casi todos.  Todos los despiertos se  miraban con  desconfianza.  La cobradora me miraba como si yo no hubiese pagado mi pasaje y yo la miraba como si lo hubiese pagado (jajaja) .  Por fín llegamos a mi paradero. Bajé y ví una fila de taxis  rodeando una carretilla de  comida regentada por una paisanita, "Valicha"  le decían  y su lavaplatos, "Ayrampito". Para entonar, me tomé un café como pretexto  para estudiar el paisaje.  Luego de ello corrí hacia un taxi-colectivo  que  estaba pasando súbitamente.  Por un lapso de 10 kms. fui su único pasajero.  No había gente. Así que  llegando le ofrecí una monedas de  más para que me llevara a la misma puerta de mi destino.  Así lo hizo y de este modo terminó esta breve  aventura que nunca antes me había pasado.

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