NOCTAMBULEANDO
Hace unos días tuve que salir de mi hogar a las 2 a.m por un asunto urgente. No había transporte público en la calle así que tuve que tomar un taxi hasta la carretera. Bajé y me dirijí al paradero. A medida que me acercaba divisé a una señorita , provinciana ella, que se puso muy nerviosa al verme. Éramos ella y yo y no había una sola alma. Me imagino el terror que me habrá tenido. Para su suerte apareció un taxi destartalado, de esos que solo salen de noche, y aunque le cobró carísimo (me supongo); se subió al vuelo. Ahora era yo el nervioso porque estaba oscuro. De rato en rato surgía un taxi: "Habla, pa' dónde vas ? " - "Ya, arranca arranca nomás que me malogras la plaza", decía yo, para ahuyentarlos, porque no se sabe qué clase de gentes hay a esa hora. Me daba paseos nerviosos como en maternidad, esperando que venga algún bus. De pronto se acerca un tipo de saco y corbata; y al pasar por mi lado sentí una mirada, como si me escaneara. Le sentí un tufo a licor, estaba ebrio y tenía una mirada sicalíptica. "Maricón" me dije. Pasó por mi lado dos veces y como le di una mirada de suegra, se marchó por el lado de donde vino. 10 minutos después (2.40 a.m) apareció lentamente una combí. Subí y me cacheteó una estridente "chicha" de Centeno o Papillón o algo así. El conductor tenía por cobradora a una gordita bullanguera y de copiloto a otra que sería su mujer. Estaban comentando su útima juerga del Sábado pasado y de cómo se fueron sin pagar abandonando a alguien de su entorno quien era blanco de sus burlas. Me fijé en el pasajero de al lado, un tío con un costal bajo el brazo, una gorra y una chalina gruesa semidormido. Este va a la Parada, adiviné. Los otros pasajeros tenían una pinta de guachimán trasnochado, de choro retornando a su territorio, de obrero de construcción civil, de estudiante de escuela nocturna y así eran casi todos. Todos los despiertos se miraban con desconfianza. La cobradora me miraba como si yo no hubiese pagado mi pasaje y yo la miraba como si lo hubiese pagado (jajaja) . Por fín llegamos a mi paradero. Bajé y ví una fila de taxis rodeando una carretilla de comida regentada por una paisanita, "Valicha" le decían y su lavaplatos, "Ayrampito". Para entonar, me tomé un café como pretexto para estudiar el paisaje. Luego de ello corrí hacia un taxi-colectivo que estaba pasando súbitamente. Por un lapso de 10 kms. fui su único pasajero. No había gente. Así que llegando le ofrecí una monedas de más para que me llevara a la misma puerta de mi destino. Así lo hizo y de este modo terminó esta breve aventura que nunca antes me había pasado.
Una noche ilustrativa de lo que es Lima de amanecida.
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